miércoles, 1 de mayo de 2013

3ª etapa: Arrés - Ruesta (30 kilómetros)

No podía dejar Arrés sin despedirme de Alfredo de Zaragoza y Rafael de Calatayud, dos auténticos fenómenos que dedican sus vacaciones y ratos libres a ejercer de voluntarios en albergues de peregrinos. Se conocieron ayer, pero les oyes hablar y parece que se conozcan de toda la vida. Antes de marcharme les he sugerido grabar un breve vídeo para tener un recuerdo de nuestro encuentro, y, a la pregunta: "y qué coño quieres que hagamos", les he respondido que se rieran de la maldita crisis. Sin ningún tipo de guión preestablecido, han estado hablando y riéndose durante un minuto, hasta que Rafael ha dicho aquello de corten pero en fabla aragonesa: "hala, tira a cascarla". La verdad que puestos a improvisar, como parece que hacen nuestros gobernantes, yo me quedo con el paquete de medidas anti-crisis de Alfredo y Rafael...




La bajada desde lo alto del pueblo de Arrés ha sido de nuevo a través de una torrentera que, tras los dos últimos días de lluvia, estaba en pésimas condiciones. Cada zancada ha sido como si la estuviera dando con las botas de un astronauta en la superficie lunar. Tras un par de kilómetros he llegado a una pista forestal de piso uniforme y, un poco más adelante, en un merendero al lado de una granja, me he encontrado con un grupo de peregrinos que estaban haciendo un descanso. Se trataba de una sudafricana que venía desde Lourdes, una austriaca que lo hacía desde el Somport y cuatro catalanes: tres que habían partido desde Montserrat y un cuarto de Sant Boi al que se encontraron por el camino. Uno de los tres de Montserrat guarda un extraordinario parecido con Donald Sutherland en los "Violentos de Kelly", una de mis películas de culto. Y a mi, una persona que se parece a Oddball, como se conoce al actor en el largometraje, no me puede caer mal; así que me he juntado con ellos y hemos reemprendido la marcha. 




A los catalanes hay que verlos. Llevan ya dos semanas en ruta y parecen un grupo de forajidos, como el pelotón protagonista de la película. Es tal la panzada de kilómetros que se van a meter que llevan tienda de campaña, hornillo y hasta latas de comida. Mauro, aunque yo a partir de ahora le llamaré Oddball, me ha comentado que incluso traía a sus dos perros, pero que son de caza y el campo les vuelve locos, por lo que a la altura de Igualada llamó a su madre y a su novia para que fueran a recogerlos, porque estaba ya, en palabras textuales, "hasta las pelotas de ellos". Del frenesí que se traían los perros, y en su intento por mantenerlos a raya, Oddball, ha hecho una contractura en la espalda que lo tiene deslomado. 

Diego es el hermano de Oddball. Es menudo y lleva ya unas barbas de chivo que me gustará ver cuando llegue a Santiago. El tercer componente del grupo es David, auténtico inspirador de este proyecto, y quien me dice que va hasta la capital gallega porque está en paro y le gusta andar. Lamentablemente, al cruzarte con jóvenes españoles en pleno mes de Mayo, ya intuyes que la disponibilidad de tiempo para realizar el Camino la da una situación laboral indeseable. El cuarto en discordia, Jesús, es de Sant Boi pero podía ser de Bilbao tranquilamente. En las dos primeras etapas recorrió más de 100 kilómetros, y cuando se lo encontraron los de Montserrat sus pies eran una ampolla gigante. Es grande, y en apariencia resistente, pero creo que emparejarse con los otros tres le ha venido muy bien para hacer el trayecto con más calma. Tras los primeros días, el Camino te pone en tu sitio y te das cuenta que lo importante es sumar, y que no se puede estar pensando en la meta final, sino en la meta que te marques para ese día.

He dejado a los "Violentos de Kelly" en Artieda, donde iban a pasar la noche, y yo me he adentrado en la Comarca de las Cinco Villas para caminar en solitario los diez últimos kilómetros hasta Ruesta, con el convencimiento de que me volvería a encontrar con estos simpáticos catalanes. 




Hasta el momento todas las etapas han tenido su premio en el tramo final. El de hoy ha sido adentrarse bajo una intensa lluvia en un bosque y caminar en paralelo al pantano de Yesa durante varios kilómetros, disfrutando de paisajes que nada tienen que envidiar a los de otras latitudes. Al llegar a Ruesta, un pueblo abandonado de las Altas Cinco Villas rehabilitado por la CGT, ha cesado la lluvia y, sin pausa, he acudido al albergue para registrarme y darme una merecida ducha de agua caliente.




Tras vestirme, y mientras hacía tiempo para la cena estirando las piernas en la habitación, ha llegado Günter, chorreando agua y exhausto, tras haber recorrido más de 40 kilómetros del tirón. Günter es austríaco y esta noche me toca compartir habitación con él en el albergue. Le estoy tanteando, pero me está dando muy buenas vibraciones. Se le ve buen chaval y con la dosis justa de friquismo como para darle alguna alegría a la afición. Antes de acostarnos, por ejemplo, me ha preguntado si tendría algún inconveniente en que durmiéramos con la ventana abierta, porque según él, es costumbre en su país. Como no podía ser de otra manera, le he contestado que bajo ningún concepto vamos a dormir a cero grados con la ventana abierta, y que si el problema es que echa de menos su Austria natal, antes estoy dispuesto a ver con él "Sonrisas y lágrimas" con subtítulos en alemán, que acceder a sus pretensiones...




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