lunes, 20 de mayo de 2013

22ª etapa: Sahagún - Reliegos (31 kilómetros)


Esta mañana me he levantado baldado. Los cuarenta kilómetros de ayer han hecho mella y me ha costado despegarme de las sábanas. Muchos días son así, no te levantarías. La vida misma, vamos. Pero lo haces, y después de una ducha y un desayuno, comienzas a caminar y ni te acuerdas de lo cansado que estás. Tienes que caminar para llegar a un destino que te has marcado, y caminas. La espalda ya no me molesta tanto como la semana pasada y creo que he perdido algo de peso, lo cuál ayuda a sobrellevar las caminatas. Cada vez me encuentro mejor físicamente.


He salido tarde, como a las diez de la mañana, motivo por el que he imprimido algo de ritmo a los primeros kilómetros. En uno de los merenderos del camino me he detenido a beber algo de agua y leer frases y reflexiones que han dejado escritas otros peregrinos en un poste de madera. Algunas me han resultado interesantes y vendrían a corroborar que mucha gente recorre este Camino por una razón profunda, muchas veces existencial, y no sólo por el simple hecho de devorar kilómetros. Lo noto también en las conversaciones con la gente. Los primeros días la mayoría te dan excusas un tanto peregrinas, valga la contradicción, para explicarte su presencia aquí, pero a medida que avanzamos, esas mismas personas se sinceran y casi siempre sacas el porqué.

A mi mismo me pasa algo parecido. Mucha gente me pregunta que por qué estoy aquí y de momento a nadie le he contado los motivos. Los considero demasiado íntimos y no me apetece ir compartiéndolos con el primero que me encuentro. Imagino que a mucha gente le pasará lo mismo cuando a lo mejor soy yo el que pregunto. En mi caso, suelo decir que es un viaje que tenía pendiente desde hace muchos años, pero que nunca había tenido la oportunidad de hacer. Unas veces me faltaba el dinero, cuando era más joven, y otras veces el tiempo, cuando comencé a trabajar. Y la verdad que no miento. Cuando tenía dieciocho años, al acabar el colegio y antes de comenzar la Universidad, tres de mis mejores amigos decidieron hacer el Camino de Santiago, algo que por aquel entonces no era tan popular ni estaba rodeado de tantas comodidades en forma de albergues y lugares de avituallamiento. Uno de estos amigos, Alberto, también conocido cariñosamente como "Pasi", me propuso que les acompañara. Él creía que la experiencia nos ayudaría a afrontar la importante etapa que iniciábamos entonces y que sería un viaje que siempre estaría presente en nuestras vidas. En aquel momento yo no tenía el dinero para andar por esos mundos de Dios durante un mes, así que sintiéndolo en el alma tuve que decirle que no. Aquel viaje quedó pendiente, y hoy, casi diecinueve años después y ante una nueva etapa de mi vida que comienza, me siento muy afortunado pisando este Camino que antes recorrieran mis queridos amigos "Pasi", Miguelo y Joaquín.


A unos once kilómetros de Sahagún, en Bercianos del Real Camino, he parado para descansar y me he encontrado a Ruta y a Szilvia que estaban terminando de almorzar. A la lituana Ruta la había conocido brevemente cuando los irlandeses Kevin y Phil estaban todavía en el Camino y me la presentaron. A Szilvia, que es de Hungría, la he conocido hoy. Tras saludarnos brevemente, ellas han continuado la marcha mientras que yo me he quedado en el bar donde estaban para hidratarme un poco y estirar las piernas. Antes de llegar a El Burgo Ranero, a unos ocho kilómetros, me las he vuelto a encontrar y hemos parado juntos en el pueblo para comer algo.

En el Burgo Ranero me he llevado la alegría del día al encontrarme a los "Violentos de Kelly", a quienes no venía desde Izco, Navarra, hará como cosa de dos semanas. Alegría pese a que me han dado la mala noticia de que Diego, el hermano de Oddball, se ralló a la altura de Burgos y volvió a Barcelona porque no aguantaba más. Una pena la verdad. Oddball me ha estado contando que precisamente un poco antes de Burgos le dio una tendinitis en la pierna que le impedía dar un paso y que tuvo que ir a urgencias. Allí le recetaron unos analgésicos bastante fuertes que le provocaron una reacción alérgica y tuvo que volver a prisa y corriendo, pese a la tendinitis, a urgencias del Hospital. Pero me cuenta que ya está bien. Con ganas de llegar a Santiago y lo que le echen. Es duro como una roca este Oddball. Hay que recordar al lector que estos tíos vienen andando desde Montserrat, en la provincia de Barcelona. El resto de su banda están bien, las barbas de David han crecido casi tanto como las mías, al igual que los pelos de Jesús, que se recoge ya de manera casi continúa en una coleta. Han conocido a un par de chicas argentinas, con las que estaban hablando en la puerta del albergue y Oddball me ha presentado también a su novia, que ha venido desde la Ciudad Condal para hacer el tramo final del Camino junto a él.

Ruta y Szilvia se han excusado y me han dicho que se ponían en marcha de nuevo para llegar a Reliegos lo antes posible. Yo por el contrario, me he quedado un rato más con los "Violentos de Kelly" ya que teníamos bastantes cosas que contarnos de estas dos últimas semanas de travesía. Tras una hora de palique, me he dispuesto a afrontar los últimos trece kilómetros de la jornada, distancia que me separaba de Reliegos, no sin antes saludar a Santa Claus. El alemán está orgullosísimo de ver las palizas que me estoy metiendo y sin separarme de mi mochila, más si cabe tras el disgusto que le di en la etapa siguiente a Burgos, cuando le dije que había enviado mi equipaje a Castrojeriz con una furgoneta. 


De camino a Reliegos me he encontrado a Kim, una coreana que prácticamente no podía caminar y que según me ha dicho, está algo asustada porque no encuentra alojamiento en ningún sitio, no habla español y teme que se le haga de noche al paso que va. La he intentado tranquilizar asegurándole que no la iba a dejar sola y que llegaríamos juntos a Reliegos, y que si en el pueblo no encontrábamos plaza en el albergue, que supiera que mi amigo David iba a venir desde León a buscarme para que pasara la noche en su casa, así que no se preocupara que ella podría venir con nosotros también. El inglés de Kim es algo limitado y no sé si no me ha entendido muy bien o lo que yo le he dicho le ha sonado demasiado perfecto, viniendo de alguien a quien acaba de conocer, como para ser verdad. A falta de unos tres kilómetros para Reliegos la coreana no podía dar ni un paso más, y le he pedido que se sentara en un merendero que había a nuestra vera mientras yo llamaba a mi amigo David, quien ya esperaba en el bar del pueblo, para que viniera a buscarla. Ella parecía algo nerviosa, pero a los cinco minutos, cuando ha aparecido David, a Kim se le ha iluminado el rostro. La hemos ayudado a subir al coche y yo les he dicho que les vería en Reliegos, que quería hacer todos los kilómetros de mi peregrinar a pié.


En Reliegos Kim y David, toda vez que habían encontrado sitio en el albergue, me estaban esperando en el Bar de Elvis, un bar desde cuyo exterior ya podías intuir que no te iba a fallar. Dentro me he encontrado también a la lituana Ruta, a la húngara Szilvia, a Alyson y a Hilly, y he pensado que aquello era el inicio de una fiesta improvisada. No iba muy desencaminado y de hecho, hemos tenido que cortar en un momento dado porque David y yo pretendíamos llegar en coche a León, y de una pieza a ser posible. Alyson y Hilly, tras hacernos una demostración de baile irlandés, se han retirado a descansar a sus aposentos, y se ha quedado con nosotros Zach, un americano de Kentucky a quien conocieron al principio del Camino y con el que viajan desde entonces. Me he tomado una cerveza con él y he estado hablando un rato en el que no ha faltado la referencia al pollo frito de Kentucky. Imagino que los habitantes de este Estado deben estar hasta las pelotas de la bromita cada vez que viajan a algún lado. Zach ha encajado mis vaciladas bastante bien y me ha caído muy simpático. Me ha retado a que adivinara su edad y yo le he dicho que podía ser su padre y que no le echaba más de dieciocho años. Para mi sorpresa él me ha dicho que nació el mismo año que yo y cuando le he preguntado por el elixir de la eterna juventud, él me ha replicado, con mucha guasa, que el pollo frito...


El dueño del local, a quien todo el mundo conoce como el "Elvis del Camino", se ha revelado como el mayor personaje que he conocido hasta la fecha. Han empezado a circular cervezas al ritmo desenfrenado de las caderas de Elvis, que se movían al compás de los temas que iban sonando desde el pinchadiscos. El "Elvis del Camino" ha bailado, se ha fotografiado con nosotros y nos ha hecho pasar uno de los mejores y más divertidos ratos desde que iniciamos este viaje. Un lujo de barman y de persona, todos los días al pié del cañón para disfrute del peregrino. Como lujo también ha sido poder asistir en primera fila a una clase de reventar ampollas impartida por la doctora coreana Kim, que relajada ya tras los momentos de tensión del día y al ver lo destartalado del lugar, no ha tenido ningún reparo en pinchárselas en la barra ante la mirada incrédula de David y de un servidor...




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