miércoles, 8 de mayo de 2013

10ª etapa: Estella - Los Arcos (22 kilómetros)


Esta mañana, desayunando en una cafetería, se me ha ocurrido comentarle a una lugareña de cierta edad que tengo un amigo en Zaragoza cuyo padre es de Estella. La señora me ha preguntado el apellido y, tan pronto como he pronunciado la palabra Andonegui, me ha empezado a contar la historia de la familia desde la época de los visigodos. En cuanto me he podido zafar de la buena mujer, he abandonado la cafetería y he telefoneado a Pablo, mi amigo cuyo padre es de Estella, y tras comentarle el incidente, nos hemos puesto al día, pues hacía tiempo que no hablábamos.

He dejado Estella bajo una pertinaz lluvia, uno de esos sirimiris que parece que no mojan y te calan hasta las entrañas. Pasado Ayegui, he llegado a la fuente del vino en Irache. Así contado, uno pudiera pensar que, por intercesión del Apóstol, de una fuente normal y corriente, comenzó un buen día a brotar vino. Pero la realidad es mucho más simple. La fuente en cuestión se halla en unas bodegas y el líquido que emana, previa apertura del grifo correspondiente, procede de un tonel. Sea cual fuere el origen del vino, no hay peregrino que no se detenga aquí para refrescar el gaznate y hacerse una foto.

En mi caso, mi parada ha coincidido con la de unos peregrinos alemanes y un fraile navarro que acompañaba a dos novicios, uno colombiano y otro de Costa de Marfil, en su visita al vecino Monasterio de Irache. He estado un rato conversando con todos ellos y antes de que se marcharan, les he pedido que tuvieran la amabilidad de posar para mi cámara de vídeo e interpretaran algo espontáneo que se les antojara. Como no se les ocurría nada, les he sugerido que se agarrasen unos a otros y que movieran las piernas al compás, en una especie de can-can improvisado. Como imaginará el avezado lector, el resultado ha sido absolutamente catastrófico, aunque al menos no ha habido que lamentar torceduras ni ningún tipo de desgracias personales...

Me he despedido del improvisado ballet internacional que se ha formado en la fuente y he visitado brevemente el Monasterio de Irache. Después he proseguido mi camino, dejando a mi izquierda Montejurra, el lugar donde los Carlistas celebran sus romerías anuales. Tras pasar Azqueta, y antes de llegar a Villamayor de Monjardín, me he encontrado con un pastor de ovejas, que ha resultado ser ecuatoriano, y con el que he charlado un rato. Me ha estado contando lo duro que es su trabajo y las ganas que tiene de regresar a su país.


Hora y media después he llegado a Luquin, donde he parado en la plaza del pueblo para comer un par de piezas de fruta que llevaba en la mochila y beber algo de líquido. En la plaza había tres abuelos que echaban la mañana. Les he pedido que me cantaran una jota navarra pero me han respondido que el canto no es lo suyo. Por lo menos no me han mandado a tomar por el culo, que quizá hubiera sido lo apropiado ante mi insólita petición.

Al poco de abandonar el pueblo, ha comenzado a llover de nuevo. Por fortuna ha sido una nube pasajera. Un poco más adelante me he encontrado con Eva, una veinteañera californiana que caminaba con una ligera cojera. Me ha contado que viaja con su padre, pero que como tienen diferente paso al caminar, él se ha adelantado. No debo estar preparado para ser padre, porque a mi me ha extrañado un poco que el suyo la haya dejado sola en un país extraño, donde no habla el idioma y además cojea, pero bueno, no le he dado más importancia y he proseguido la marcha.




Un poco más adelante cojeaba también de manera ostensible Yun, un surcoreano que recién estrena la mayoría de edad y que se ha embarcado en esta aventura antes de incorporarse al servicio militar en su país. "Pues vaya momento has elegido" - le he comentado haciendo referencia a las recientes tensiones entre las dos Coreas, y él, con un amago de sonrisa, me ha contestado que el momento no lo ha elegido él. Se ha metido un rato con el líder norcoreano, al que ha acusado de bravucón y de ser un peligro para su propio país y para los vecinos, además de un caprichoso que colecciona coches de lujo mientras su gente se muere de hambre.

Yun me ha caído simpático enseguida, y he decidido acompañarle el resto de la etapa, aunque para ello he tenido que aminorar el ritmo para acoplarme a sus cansinas pisadas. El chaval me ha resultado inquieto y me ha preguntado muchas cosas acerca de España y nuestras costumbres, entre ellas que si es verdad que dormimos la siesta. Le he contestado que la siesta se la echa el que puede, que no tiene por qué ser necesariamente todo el mundo. Pero me ha dado la impresión de que da igual lo que le diga, porque el propio concepto ya le parece algo como de ciencia-ficción, a él, que tan pronto como termine el servicio militar ansía ponerse a trabajar día y noche en la empresa de su padre y sin pasar por la Universidad.



Yo no me he resistido a preguntarle a mi nuevo amigo por qué demonios hay tantos coreanos haciendo el Camino de Santiago y él me ha contestado que porque lo hizo alguien famoso en Corea y que desde entonces se convirtió en algo popular. Menos mal que a aquella celebridad no le dio por hacerse un piercing en las pelotas - se me ha ocurrido a mi. Yun me reconoce que el Camino de Santiago se le está haciendo muy cuesta arriba, no en vano, ya le habían advertido en su país que esto era más duro que la mili. "Jodo, pues sí que estáis buenos. Como se entere vuestro vecino el de los pelos se presenta mañana en Seúl" - he pensado yo, pensamiento que ni que decir tiene no he compartido con él.

Los últimos ocho kilómetros hasta Los Arcos han transcurrido por interminables campos de cultivo. Yun me ha preguntado si sé distinguir a un europeo de otro, y yo le he contestado que en algunos casos es complicado, por la cantidad de mezclas que hay, pero que por lo general hay determinados rasgos que no engañan a nadie. A Yun esto le ha hecho mucha gracia porque para él somos todos iguales. Yo le he respondido que a nosotros nos pasa parecido, y que a los que tienen ojos rasgados y la carica redonda como la suya, solemos meterlos en el mismo saco. Él me ha dicho que distingue perfectamente a un japonés de un chino, y por supuesto de un coreano. Para darme algunas pistas que me puedan ayudar en el futuro, me ha adelantado que a los chinos no les gusta lavarse, y que lo japoneses tienen muy mala dentadura. La verdad que no sé cómo ha llegado Yun a estas conclusiones si es la primera vez que sale del pueblo, pero bueno, he preferido dejarlo estar y no ahondar en el tema.


A medida que nos aproximábamos a Los Arcos, la cojera y el cansancio de Yun han ido en aumento. Me ha empezado a preocupar un poco el hecho de que no pudiera llegar hasta el pueblo, en parte también porque cada vez que pronuncia la palabra Corea, y Yun la pronuncia en casi todas las frases, inspira súbitamente y suelta el nombre de su país de un golpe, estirando la "a" al tiempo que expulsa el aire: Core-aaaa!. La verdad que me ha traído frito, porque yo, a esas alturas de etapa, suelo ir mirando al suelo o al horizonte, y cada vez que él ha dicho eso de Corea como si fuera un instructor de artes marciales, yo me he tragado el paraguas pensando que le faltaba el aire y que le iba a tener que practicar los primeros auxilios en el sitio. No hace falta que diga que en mi lista de cosas para hacer en el día de hoy, no figuraba el hacerle el boca-a-boca a un coreano.

Por fortuna no hemos tardado mucho en llegar a Los Arcos. En lo que no hemos tenido tanta suerte es en encontrar sitio en los albergues, pues estaban todos ocupados. Tras recorrer todo el pueblo, hemos encontrado finalmente acomodo en el Hostal Ezequiel, a la salida de la villa. Tras ducharme y estirar las piernas un poco, algo que me está resultando fundamental para recuperarme tras el esfuerzo, he bajado a dar una vuelta y a visitar la Iglesia y las calles principales del pueblo hasta que ha llegado Miguelo, quien nuevamente se ha desplazado desde Pamplona para cenar conmigo. La cena en el Hostal no ha sido nada reseñable, pero he disfrutado de la compañía y de la conversación de mi amigo maño. Yun se ha excusado con anterioridad y se ha metido en el sobre a las nueve de la noche alegando que estaba fundido. Y vive Dios que el chaval no mentía...

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