viernes, 17 de mayo de 2013

19ª etapa: Castrojeriz - Frómista (26 kilómetros)

Esta pasada noche me he despertado varias veces por culpa de los calambres en el gemelo de mi pierna derecha. Al levantarme, las molestias continuaban y me he empezado a preguntar si se trataría de una temida tendinitis, esas que dicen las guías que obligan a abandonar a no pocos peregrinos. En mi caso eso está por ver, porque de aquí no me mueven ni con agua hirviendo. Como para decirle al alemán Santa Claus, tras el disgusto que le di ayer por no llevar mochila, que me vuelvo a casa por una pupa en el gemelo.

Ayer Kevin y Philomena se alegraron mucho de verme y me invitaron a cenar. Me contaron que el día anterior coincidieron en Hornillos del Camino con la californiana Eva y su padre. Por lo visto pasaron un buen rato, pese a que ella continuaba con molestias en ambas piernas y estaba algo cabreada con su padre por haber faltado a su palabra y no quedarse un día en Burgos para descansar y recuperar fuerzas. No pude evitar descojonarme vivo cuando Kevin me contó que, tras la cena, fueron a tomar algo a un bar y en la barra Dave le preguntó si le pedía algo a su chica, refiriéndose a la madre de Kevin. Este Dave me va a matar de la risa algún día.

Hemos iniciado la etapa a eso de las nueve y media de la mañana con bastante frío. La predicción meteorológica dice que puede nevar hoy en algunos puntos de la provincia de Burgos. En pleno mes de Mayo, cosas del calentamiento global. El inicio de la etapa ha sido bastante duro, un kilómetro de subida bastante pronunciada hasta llegar al alto de Mostelares. Ahí la recompensa: una vista impresionante de la meseta castellana en todo su esplendor, vista que nos acompañará prácticamente hasta León. He comenzado la jornada caminando bastante despacio, para ver cómo responde mi pierna derecha. Pese a que he notado una ligera molestia que no me abandona, he podido avanzar sin problema.


Kevin me ha preguntado que qué hice durante mi estancia, allá por 2002, en Belfast y yo le he contestado que aparte de pasármelo como un enano, trabajar como maestro cafetero en un restaurante italiano de Botanic Avenue. Se entiende la ironía de maestro cafetero, imagino. La verdad que no sé cómo no me echaron a la primera semana. Me figuro que en parte porque la mitad de los clientes del restaurante se habían dejado el paladar en casa, y el resto porque, pese a pedirlo, no tenían ni puta idea de la diferencia entre un capuchino, un late y el aguachirri que salía de la cafetera en dirección a sus mesas. Con los días, el resultado fue mejorando, y creo que al marcharme de Belfast podía decir, sin miedo a equivocarme, que mis cafés tenían un pase. Belfast, cigarrillos y alcohol, como reza la canción de Oasis. Y risas. Y esa fiesta donde nuestra vecina llamó a las dos de la mañana a la puerta de la casa donde vivíamos mi amigo Tico y yo, para sugerirnos que apagáramos la música o pondría el caso en manos de una "asociación especial" que tenían en el barrio. Yo ya sabía que esa "asociación especial" eran como mínimo cuatro gorilas sin cuello que patrullaban el barrio protestante donde vivíamos en un Renault Clío y que una noche me pararon para saber quién era, dónde vivía y qué hacía por la calle a esas horas. Esa "asociación especial" que tenía su propio código penal y repartía tiros en las rodillas a las ovejas descarriadas. A mi aún me tiemblan las mías...


También le he contado a Kevin que en Belfast escribí para un periódico español. Yo creo que desde que mis padres me regalaron el primer libro de Tintín cuando era un niño, siempre he soñado con viajar por el mundo y ser reportero. En Belfast cumplí ese sueño, pese a no tener experiencia ni por supuesto la carrera de periodismo. Tuve que ir al extranjero y verme en apuros para echarle un poco de morro a la vida y sacar lo mejor de mi mismo. Para escribir en un periódico, en mi humilde opinión, hay que saber escribir. Y a escribir te enseñan de pequeñito. Y si ya tienes algo de idea de lo que estás hablando, pues la leche, tú, pero eso te lo darán años de ejercicio y dedicación profesional, no cinco años en una Universidad copiando como un poseso apuntes que te dicta un fulano en no pocos casos. Igual que en un banco se puede entrar de botones o de administrativo y si uno es algo espabilado y tiene ganas de trabajar, llegar bastante lejos sin necesidad de haber pisado las aulas de la Universidad. Y así con muchos otros trabajos para los que se exigen no sé cuántos títulos en España que para mi no son estrictamente necesarios. Otro timo más de los que nos han colado a una generación de españoles y del que nadie habla.



No quiero ni pensar lo que habría sido presentarse en la redacción de un periódico en España y decir que me gusta escribir y que quería que me dieran la oportunidad de trabajar con ellos. Me apuesto el dedo gordo del pie, ése en el que tengo una ampolla de caballo, que "este desgraciao qué se ha creído" hubiera sido lo mínimo que habrían pensado de mi. O si me descuidaba, los más celosos de su profesión, que normalmente suelen ser los más mediocres, me hubieran amenazado con denunciarme por intrusismo. En España no me lo hubiera planteado para no pasar un mal rato, pero en Belfast es exactamente lo que hice. Llamé al director en Madrid del departamento internacional del único periódico de tirada nacional que no tenía en aquel momento un corresponsal en Londres con el que cubrir Belfast, me presenté, le dije que, tras mucho leer y documentarme, entendía más o menos el conflicto norirlandés y que quería escribir para su periódico. La persona al otro lado del hilo telefónico me agradeció el interés, pero con muy buenas palabras me respondió que en ese momento el diario no se planteaba tener un corresponsal fijo desde una ciudad como Belfast, más si cabe, no teniendo uno en Londres. Yo entendí perfectamente lo que me quería decir, "no te vamos a pagar un sueldo", y le propuse que hiciéramos lo siguiente. Que cada vez que pasara algo reseñable en Belfast yo le escribiría un artículo y que si él consideraba que eso se podía publicar, que lo publicara, y si no, pues tan amigos. Y que si aquello funcionaba, ya tendríamos tiempo de hablar de las condiciones. Y así fue cómo comencé a escribir para La Razón desde Belfast.



Ya tenía el trabajo de reportero que siempre había soñado, ¿pero qué iba a hacer sin una credencial, ese papel, como tantos otros que parecen imprescindibles en esta sociedad para que otros piensen que somos muy válidos?. En Belfast aprendí que no necesitas una acreditación como periodista si tienes un poco de jeta y un DNI, un documento con foto, nombre y dos apellidos, que el que tienes enfrente no tiene ni pajolera idea de lo que significa. Y así fue cómo me presenté en el centro de la ciudad, me dirigí con paso firme hacia el Ayuntamiento, puse mi DNI sobre el mostrador de la recepción y con gesto muy serio le dije a la recepcionista que era un corresponsal español y que quería entrevistar a Alex Maskey, el primer alcalde del Sinn Fein en la historia de la ciudad de Belfast. Lejos de troncharse de la risa, la recepcionista, de manera muy amable, me facilitó un email para que enviara previamente mis preguntas y me pidió mi número de teléfono. Después me dijo que pasarían mi solicitud al gabinete del alcalde y que ya me llamarían. Pensé que era una manera muy educada de mandarme a paseo y salí del edificio al menos con la tranquilidad de que lo había intentado. Al día siguiente me llamaron los del gabinete de comunicación del alcalde y dos días después estaba entrevistando a Alex Maskey en su despacho. Qué pena que haya que salir de España muchas veces para darse cuenta del potencial y posibilidades que tenemos. Para creer en nosotros mismos y ver de lo que somos capaces de hacer si nos dan la oportunidad que aquí se nos niega o sencillamente no existe. Que poca vergüenza hay que tener encima para decirle a una generación de españoles que se vayan fuera, que les va a venir muy bien la experiencia. Hace falta ser hijo de puta...


Un poco antes de alcanzar la mitad de la etapa, nos hemos adentrado en la provincia de Palencia, la meseta castellana pura y dura. Un mar de campos interminable que, gracias a las lluvias, están verdes y florecientes. Un lujo para la vista. No sé cómo hay guías que aconsejan tomar un autobús en Burgos y no mirar atrás hasta León, para evitar la supuesta monotonía de los campos de Castilla. Craso error en mi opinión, y como muestra de los paisajes tan dramáticos y espectaculares que se pueden disfrutar paseando por estos lares, un botón.


Hemos llegado a Boadilla del Camino, seis kilómetros antes del final de etapa, bajo una intensa lluvia, como advertían los negros y amenazantes nubarrones sobre nuestras cabezas. En el bar del albergue municipal, donde hemos parado para tomar un Cola Cao y entrar en calor, nos hemos encontrado con la californiana Eva. Su padre, ni que decir tiene, está desaparecido en combate. Por lo visto tuvieron una buena bronca ayer y Dave se ha ido de Hornillos del Camino esta mañana sin despedirse de su hija y ni siquiera decirle donde va a pernoctar esta noche. Ella cree que estará en Frómista pero no lo sabe a ciencia cierta. Esto de que Eva y su padre se separen se está convirtiendo en algo más predecible que la muerte de Kenny McCormick en un episodio de South Park.



Hemos recorrido los kilómetros que nos separaban de Frómista al paso de Eva, que suele ser el paso anterior al de una tortuga. Es el último día de Kevin en el Camino, y no se quiere marchar sin antes preguntarle a la californiana, qué ha aprendido o qué ha sacado en claro de estos días de travesía. Ella, como si esperara la pregunta, ha contestado sin pausa que ha aprendido muchas cosas, pero que lo fundamental se resume en que ama a su país, que no sabe empaquetar mochilas y que no vuelve a ir con su padre de vacaciones en su puta vida. Kevin y yo hemos celebrado la espontaneidad de la americana con sendas sonoras carcajadas.

Eva está bastante quemada, de su padre y del Camino, de las dos cosas, aunque yo no sé qué fue primero, si el huevo o la gallina. Nos ha dicho que mañana tomará un autobús en Frómista y que como pronto se irá a León, a un sitio civilizado donde poder descansar. Está harta de caminar y de comer pan con queso y menús del peregrino, que en su caso, y hasta la fecha, es a lo que se limita la rica gastronomía española. Está deseando terminar el Camino, regresar a su país y después marcharse a Israel. Eva es medio judía, y, según nos cuenta, existen viajes organizados para que jóvenes judíos de todo el mundo visiten el país y conozcan la tierra de sus antepasados. En uno de ellos se ha apuntado. Ella, que nunca había salido de los Estados Unidos más que a la vecina México, va a hacer estos dos viajes en poco más de un mes. Aunque protesta, y por lo poco que la conozco, creo que estos dos viajes son muy importantes para Eva. Me da la impresión de que se está intentando conocer y conocer un poco más a su padre. Por otros amigos judíos, que han crecido en países como Inglaterra o Estados Unidos, y que no son para nada ultra-religiosos, sé que llega un momento en sus vidas que necesitan buscar en sus orígenes y reencontrarse con su identidad. En Israel, Eva se lo va a pasar de miedo y estoy seguro de que va a disfrutar mucho de la experiencia. Personalmente, es uno de los viajes de los que mejor recuerdo guardo. Y he pensado que como la dejen entrar en Pachá Jerusalén, dentro vídeo, ya lo va a flipar...


Al llegar a Frómista, Philomena, que está más preocupada por Eva que su propio padre, ha sugerido que busquemos a Dave en los hoteles del pueblo. Que seguro que ha reservado un buen sitio para que su hija descanse. Eva, que está de bastante mal café y no las tiene todas consigo de que su padre esté ahí, ha tirado una vez más de su genuina espontaneidad para decirle a Philomena que no bromee, que su padre es judío y que seguro que está en el albergue más tirado del pueblo, donde sólo haya que pagar un donativo. Antes lo dice y antes aparece su padre dándonos un grito desde el bar en la otra acera donde estaba tomando algo. Como si le hubieran pitado los oídos con los comentarios algo despectivos de su hija, le ha anunciado que ha reservado habitación en un hotelito que se llama San Pedro, como el pueblo del que son en California, para que se dé una ducha de agua caliente y descanse. De poco le ha servido el detalle, porque le han empezado a caer hostias de todos los lados. De su hija por marcharse esta mañana sin decir nada y de Philomena que le ha advertido que se vuelve a Irlanda, pero que como se entere de que vuelve a dejar sola a su hija agarra el primer avión y viene de nuevo para romperle el palo con el que se ayuda a caminar en la cabeza.




Todos los albergues estaban ocupados y he conseguido habitación en un hostal enfrente de la Iglesia de San Pedro. Kevin y Phil han pedido un taxi que los lleve hasta Burgos, desde tomarán un autobús a Bilbao y de ahí regresarán a Irlanda. Antes de despedirme de ellos, Phil me ha dado un rosario de la Virgen de Medjugorje, en Bosnia, a donde peregrinó hace unos años. Me ha parecido que ese rosario significaba mucho para Philomena y he aceptado el regalo emocionado. Les he deseado buen viaje y me he despedido de ellos sintiendo que les iba a echar de menos...










No hay comentarios:

Publicar un comentario