jueves, 2 de mayo de 2013

4ª etapa: Ruesta-Sangüesa (23 kilómetros)

La noche anterior me acosté pensando en lo rápido que se le iba a pasar a Günter la morriña como le interpretara una sonata de Mozart en versión ronquido, y lo primero que he hecho al levantarme ha sido preguntarle si había pegado ojo. Para mi tranquilidad me ha dicho que había dormido como un lirón, y que por los ronquidos no me preocupara, porque, al lado de su mujer, yo le había parecido un jilguero. Cada vez me cae mejor este Günter. Como siga así voy a pedir que me lo envuelvan para regalo.

Después de desayunar, y tras acordar que haríamos la etapa juntos, hemos empaquetado nuestras cosas y nos hemos dispuesto para salir. La verdad que entre mi txapela y lo que se ha puesto Günter en la cabeza, no se sabía si íbamos a caminar por el monte o a una fiesta de disfraces. Le he preguntado al austríaco que de dónde ha sacado ese sombrero y me ha dicho que es el de "cocodrilo Dundee", comentario que ha acompañado con una sonora risotada. "Sí, con esas pintas estás igualico que él" - he pensado yo. Menos mal que en los Pirineos no hay cocodrilos, porque si los hubiera me parece que no iban a dejar de Günter ni las raspas...




La primera parte de la etapa ha sido bastante dura. Llovía desde el principio, y pese a que el desnivel no era muy pronunciado, nos hemos chupado cinco kilómetros de subida. A mitad de ascenso, Günter, con gesto grave, ha señalado una marca de herradura en el suelo y me ha dicho, como si yo me hubiera caído de una higuera ayer, que teníamos un caballo delante nuestro. Con la misma seriedad, me he agachado, he tomado un poco de barro del piso entre mis dedos, y le he dicho que hacía cosa de media hora que el caballo había pasado por ahí, a lo que los dos hemos respondido al unísono con una carcajada. Un poco más adelante he divisado un zurullo de vaca descomunal y le he dicho a Günter que ahora le tocaba a él ubicar la posición del animal, pero esto ya no le ha hecho tanta gracia.

La risa de Günter me recuerda mucho a la de un paisano suyo, Arnold Schwarzenegger, en su, para mi, magistral interpretación en Conan el Bárbaro. Creo que aún no tengo la suficiente confianza con él como para comentárselo, pero según cómo transcurran los acontecimientos quizá le mencione el tema. A lo mejor todos los austríacos se ríen así y yo no me he enterado...




Doce kilómetros después de nuestra partida, hemos llegado a Undués de Lerda, el último pueblo aragonés del Camino antes de entrar en Navarra. Hemos parado en el bar del albergue y hemos tomado un pincho de tortilla y un trozo de tarta de chocolate casero que estaba para chuparse los dedos. Günter no ha dejado ni zarrapita. En el bar había un hombre de Sos del Rey Católico que nos ha dado un consejo de utilidad irrefutable, y que a buen seguro nos acompañará hasta Santiago: "vosotros maños, si os perdéis, buscad el tendido eléctrico y seguidlo; iréis de cara o de culo, pero en algún sitio acabaréis".


El resto de etapa ha sido más o menos llana y el paisaje algo monótono. He tenido ocasión de hablar con Günter de lo divino y de lo humano. Le he preguntado por qué está aquí y me ha dicho que porque sentía que el Camino le llamaba. Que quería hacerlo hace tres años, pero que su esposa enfermó y tuvo que suspenderlo. Su mujer se restableció felizmente, y ahora entendía que era el momento de hacerlo. Ella ya lo recorrió en el pasado, y su plan es juntarse con Günter la última semana y llegar juntos a la Plaza del Obradoiro.



En el tramo final nos hemos perdido y nos ha costado un poco encontrar de nuevo el camino. Günter lo ha flipado un poco cuando le he traducido el significado de esta señal con la que nos hemos topado en medio de un prado. Le he dicho que se relaje; que lleva tres días en España y que todavía no ha visto nada...


Llegando a Sangüesa nos han dado alcance los "Violentos de Kelly", que se habían quedado sin dinero y no habían encontrado cajero automático en Undués, el pueblo donde pensaban pasar la noche. Total que se han metido 10 kilómetros más de lo que tenían pensado. Así tiene la espalda Oddball, que dice que la va a tirar a la basura. En el albergue municipal, regentado por la Asociación Aspace, nos ha atendido Nuria, una joven hospitalera que se apaña a las mil maravillas, demostrando que no hay personas con discapacidad, sino personas con diferentes capacidades. Nuria nos ha confesado, fuera de micrófono, que hay algunos peregrinos que son bastante marranos y que lo que más detesta es que dejen las mantas tiradas por el suelo. Tirado por el suelo estaba precisamente Diego, el de las barbas de chivo, que le ha pegado a Nuria un susto de muerte al confundirlo con un perro...



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