viernes, 10 de mayo de 2013

12ª etapa: Logroño - Nájera (30 kilómetros)

Esta mañana, al despertarme y conectar el teléfono móvil, he recibido un mensaje de Günther en el que me decía que ha tenido que ir al médico por culpa de una molesta tendinitis que no le deja caminar. En el Centro de Salud le han recomendado que haga reposo al menos durante un par de días, por lo que el austríaco, muy a su pesar, ha decidido tomar el autobús y avanzar algunos kilómetros hasta Santo Domingo de la Calzada. De lo contrario teme no poder encontrarse con su esposa en la fecha prevista para realizar las últimas etapas del Camino juntos. Ella le ha reservado habitación en el Parador Nacional y le ha dicho que se cuide y que se recupere pronto. La verdad que no la conozco, pero la mujer de Günther ya me ha caído simpática. Le he respondido al mensaje diciéndole que lamentaba las noticias referentes a su percance, pero que al mismo tiempo me alegraba, porque pese a que mi idea era en un principio terminar la etapa de hoy en Nájera, mi amigo Miguelo viene a pasar el fin de semana y a hacer un par de etapas conmigo, por lo que nos podemos acercar hasta Santo Domingo de la Calzada para cenar con él y hacerle compañía.

He desayunado en un bar bastante chic en la Gran Vía y a la salida me he encontrado con un par de utileros de la selección alevín de fútbol de Castilla y León. Han llamado mi atención por el chándal tan bonito que llevaban y por el habano que se estaba fumando uno de ellos ya de buena mañana. Por lo visto este fin de semana se celebra en Logroño el campeonato nacional de selecciones regionales, y les he preguntado por sus expectativas de cara al torneo. Me han dicho que no tienen mal equipo, pero que está jodido y que hay poco que se pueda hacer ante selecciones como Madrid o Cataluña, que se nutren de las canteras de los equipos grandes. Para más inri, me han contado que hay un par de guineanos del Atlético de Madrid, los hermanos Obama, que no tienen la edad ni de coña y ante los cuáles, poco pueden hacer físicamente sus chavales. "Son de grandes como tú. Porque quitaron la mili, si no están para que los llamen a filas" - ha apuntillado el que se estaba fumando un puro.


La salida de Logroño discurre por el parque de la Grajera, un agradable paseo que culmina en un embalse en cuyas proximidades hay una zona para actividades escolares donde había una escandalera considerable provocada por varios cientos de chavales que estaban pasando el día fuera de la aulas. Un poco más adelante, me he cruzado con una pareja de hippies que viajaban con dos niños pequeños a lomos de un par de borricos. Tras trece kilómetros de caminata, he parado en un bar en Navarrete. El dueño ha resultado ser un turinés de origen pugliese, casado con una vasca de Elorrio. Las cosas que tiene el amor. Me he comido una ensaladilla rusa que estaba pasable y he bebido una copa de vino tinto para templarme un poquico, pues ha hecho un día algo desapacible, aunque gracias a Dios no ha llovido durante esta etapa.



Los diecisiete kilómetros restantes hasta Nájera han sido algo monótonos y gran parte del trayecto ha discurrido paralelo a la autovía, lo cuál no deja de ser un coñazo. El paisaje predominante a mi izquierda, extensiones interminables de vides, tampoco ha aliviado esa tediosa sensación en demasía. Me he cruzado con un matrimonio coreano, raro es el día que no me cruzo con algún oriental de esta nacionalidad, y el marido me ha preguntado si la boina que llevo es vasca. Le he contestado que sí y me he interesado por conocer cómo sabía él eso. Me ha contado que el año pasado visitó Bilbao e intentó comprar una txapela, pero que su cabeza es demasiado pequeña y finalmente tuvo que desistir, porque por lo visto la quería para llevarla y no de adorno. Le he tenido que dar la razón al amigo coreano porque lo cierto es que con cabezas como la suya, los jíbaros tendrían que hacer un ERE en la tribu por falta de faena.



La llegada a Nájera se me ha hecho interminable. He incrementado el número de kilómetros que camino al día y lo he notado, amén de que la espalda me tiene martirizado. Nada que no pueda arreglar un buen vaso de vino peleón o un güiscazo como los que me suelo meter en los finales de etapa. En cuanto ha llegado Miguelo, nos hemos desplazado a Santo Domingo de la Calzada para cenar con el austríaco Günther. Hace ya una semana que coincidimos por última vez y la verdad que tenía ganas de verlo y sobre todo de que me alegrara el día con su inconfundible forma de reírse.

El pueblo está en fiestas y hemos tenido que dejar el coche fuera del centro, ya que no se podía acceder con él. El abrazo que me ha dado Günther al reencontrarnos es precisamente lo que venía pidiendo a gritos mi espalda, pero lo he visto tan contento que no le he querido arruinar el momento mandándolo a hacer puñetas. El austríaco me ha dicho que los Violentos de Kelly de Barcelona andan también por aquí y nos hemos dirigido a una plaza donde repartían bocadillos de morcilla gratis, con la certeza de que, con el hambre que gastan, no andarían lejos. La fortuna no nos ha acompañado y no hemos dado con ellos. La verdad que me apetecía saludarlos y que me contaran cómo les había ido la última semana.

Hemos invitado a Günther a cenar en el Parador, un pequeño capricho con la excusa de apoyar al invalido, que dicho sea de paso, nos ha anunciado que, tras dos días de reposo, mañana se pone de nuevo manos, o más bien pies, a la obra. Durante la cena le he hecho algunas bromas al vienés, que se había pasado toda la semana picándome porque estaba delante mío, con mensajes del tipo, "atrápame si puedes" ó "te vas a tener que comprar un patinete si quieres que nos volvamos a ver".


Él nos ha contado alguna anécdota de los últimos días y me ha preguntado si había podido visitar la Iglesia de Eunate, esa pequeña capilla donde me encontré, afortunadamente por última vez, con aquellos impresentables de Barcelona. Le he dicho que estaba cerrada y lo ha lamentado porque, según él, la energía que hay ahí dentro es indescriptible y que él entró y salió, cuando estuvo, como cosa de media docena de veces. Le he preguntado si confundió la capilla con una sauna, comentario que me ha dado la impresión no le ha hecho mucha gracia. Parece que el austríaco anda muy metido en estos rollos de la "energía" y quizá haya que tener un poco de cuidado en el tono e intensidad de mis bromas con respecto al tema para no ofenderlo. Yo para arreglarlo un poco le he dicho que la única energía que experimenté fue el mal rollo que me insuflaron los impresentables mencionados con anterioridad. Tras un breve paseo después de la cena por las calles de Santo Domingo, nos hemos despedido de Günther con la certeza de que más pronto que tarde nos volveríamos a encontrar, y sin necesidad de tener que comprarme un patinete, por supuesto.

Hoy hace dieciocho años que mi equipo de fútbol, el Real Zaragoza, conquistó la Recopa de Europa, gracias a un zapatazo imposible de Nayim desde el medio campo. No puedo terminar mi crónica del día sin reseñarlo, homenajeando, como se merecen, a los Héroes de París...





















































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